“Es solo que no soy bueno en matemáticas”.
Lo oímos todo el tiempo. Y ya nos cansamos. Porque creemos que la idea de las “personas que son buenas en matemáticas”, hoy en día, es la idea más autodestructiva en los Estados Unidos. La verdad es que probablemente seas una de esas personas y, por pensar lo contrario, posiblemente, estés paralizando tu propia carrera. Peor aún, puedes estar ayudando a perpetuar un mito pernicioso que daña a los niños desfavorecidos: el mito de la habilidad genética innata para las matemáticas.
¿La habilidad para las matemáticas es genética? Seguro, hasta cierto punto. Terence Tao, famoso matemático virtuoso de la UCLA, publica decenas de ensayos en las principales revistas todos los años, e investigadores de todo el mundo lo buscan para que los ayude con las partes más difíciles de sus teorías. Esencialmente, ninguno de nosotros jamás podría ser tan bueno en matemáticas como Terence Tao, sin importar cuánto lo intentemos o cuán bien nos hayan enseñado. Pero esta es la realidad: ¡No tenemos que hacerlo! Para las matemáticas de la escuela secundaria, el talento innato es mucho menos importante que el esfuerzo, la preparación y la confianza en uno mismo.
¿Cómo lo sabemos? En primer lugar, los dos hemos enseñado matemáticas durante muchos años, como maestros, ayudantes y profesores particulares. Una y otra vez, hemos visto que el siguiente patrón se repite:
1. Diferentes niños con diferentes niveles de preparación ingresan en una clase de matemáticas. Algunos de ellos han sido preparados en la materia por sus padres desde temprana edad, mientras que otros nunca tuvieron esa clase de aporte.
2. En las primeras pruebas, los niños bien preparados obtienen calificaciones perfectas, mientras que los niños que no están preparados solo obtienen lo que pueden resolver por su cuenta: tal vez, el 80 o el 85 %, un 8 redondo.
3. Los niños sin preparación, sin darse cuenta de que los que obtienen mejores calificaciones están bien preparados, asumen que la habilidad genética fue lo que determinó las diferencias en el rendimiento. Deciden que “simplemente no son buenos en matemáticas”, no se esfuerzan en las clases siguientes y quedan rezagados.
4. Los niños bien preparados, sin darse cuenta de que los estudiantes con calificación 8 están simplemente preparados, asumen que son “buenos en matemáticas” y se esfuerzan en el futuro, lo que consolida su ventaja.
Por lo tanto, la creencia de que la habilidad para las matemáticas no puede modificarse se convierte en una profecía autocumplida.
La idea de que dicha habilidad es principalmente genética es una faceta oscura que forma parte de una falacia mayor que indica que la inteligencia es principalmente genética. Las revistas académicas de psicología contienen muchos artículos que estudian la visión del mundo que subyace el tipo de profecía autocumplida antes mencionada. Por ejemplo, la psicóloga de Purdue University, Patricia Linehan, escribe:
Un cuerpo de investigación sobre las concepciones de la habilidad ha demostrado dos orientaciones hacia esta. Los estudiantes con una “orientación incremental” creen que la habilidad (inteligencia) es maleable, una cualidad que aumenta con el esfuerzo. Los estudiantes con una “orientación de entidad” creen que la habilidad no es maleable, que es una cualidad personal fija que no se incrementa con el esfuerzo.
La “orientación de entidad”, que afirma “Eres inteligente o no, y se terminó el asunto”, conduce a malos resultados—un resultado que ha sido confirmado por muchos otros estudios. (La relevancia de las matemáticas ha sido mostrada por investigadores de la ciudad de Oklahoma, quienes recientemente descubrieron que la creencia en la habilidad innata para las matemáticas puede ser responsable de gran parte de la brecha de género existente en la materia).
Las psicólogas Lisa Blackwell, Kali Trzesniewski y Carol Dweck presentaron las siguientes alternativas para determinar las creencias de las personas acerca de la inteligencia:
1. Tenemos una determinada cantidad de inteligencia y realmente no podemos hacer mucho para modificar esta situación.
2. La inteligencia propia siempre se puede modificar en gran medida.
Demostraron que los estudiantes que estaban de acuerdo en que “La inteligencia propia siempre se puede modificar en gran medida” obtenían mejores calificaciones. Pero como Richard Nisbett relata en su libro Intelligence and How to Get It (Inteligencia y cómo obtenerla), hicieron algo aún más notable:
Luego, Dweck y sus colegas trataron de convencer a un grupo de estudiantes de secundaria pobres que pertenecían a una minoría de que la inteligencia es altamente maleable y de que puede ser desarrollada mediante el esfuerzo… que el aprendizaje transforma el cerebro y forma nuevas… conexiones y de que los estudiantes son responsables de este proceso de cambio.
¿Los resultados? Convencer a los estudiantes de que podían hacerse más inteligentes si trabajaban duro los llevó a esforzarse más y a obtener mejores calificaciones. La intervención tuvo un efecto más importante en los estudiantes que comenzaron creyendo que inteligencia era genética. (Un grupo de control, a quienes se les había enseñado cómo funciona la memoria, no mostró esos resultados).
Sin embargo, la mejora de las calificaciones no fue el efecto más drástico: “Dweck informó que algunos de los varones estudiantes de secundaria más fuertes rompieron en llanto cuando recibieron la noticia de que su inteligencia estaba sustancialmente bajo su control”. No es divertido ir por la vida creyendo que nacimos tontos y que estamos condenados a permanecer de esa manera.
Para casi todas las personas, creer que nacieron tontas y que están condenadas a permanecer de esa manera, es creer una mentira. Con esfuerzo, se puede mejorar hasta el cociente intelectual. Debido a que la verdad puede ser difícil de creer, a continuación, incluimos una serie de vínculos a algunos libros excelentes para convencerlos de que la mayoría de las personas pueden llegar a ser inteligentes de muchas formas si se esfuerzan lo suficiente:
Entonces, ¿por qué nos centramos en las matemáticas? Por un lado, las habilidades para las matemáticas son cada vez más importantes para conseguir buenos empleos últimamente, por lo que creer que no se puede aprender matemáticas es especialmente autodestructivo. Pero también creemos que son el área donde la “falacia de la habilidad innata de los Estados Unidos” está más arraigada. Las matemáticas son el gran ogro mental de un estadounidense inseguro. Si somos capaces de convencerlos de que cualquier persona puede aprender matemáticas, debería ser fácil convencerlos de que pueden aprender casi cualquier cosa si se esfuerzan lo suficiente.
¿Son los Estados Unidos más susceptibles que otras naciones a la peligrosa idea de la habilidad genética para las matemáticas? Nuestras pruebas sobre esta afirmación solo son anecdóticas, pero sospechamos que es así. Si bien los estudiantes estadounidenses de cuarto y octavo grado obtienen muy buenas calificaciones en comparaciones internacionales relativas a las matemáticas—superan a países como Alemania, el Reino Unido y Suecia—nuestros estudiantes de secundaria tienen un menor rendimiento comparado con dichos países por un amplio margen. Esto sugiere que la habilidad innata de los estadounidenses es tan buena como la de cualquier persona; sin embargo, no logramos sacarle provecho por medio del esfuerzo. Como respuesta al bajo rendimiento en matemáticas en la escuela secundaria, algunas voces influyentes en la política educativa de los Estados Unidos han sugerido simplemente enseñar menos matemáticas; por ejemplo, Andrew Hacker ha pedido que álgebra ya no sea una materia obligatoria. El trasfondo, por supuesto, es que un gran número de niños estadounidenses simplemente no nace con la habilidad de resolver “x”.
Consideramos que este enfoque es desastroso y erróneo. En primer lugar, deja a muchos estadounidenses mal preparados para competir en un mercado global con extranjeros que se esfuerzan. Pero lo que es aun más importante, puede contribuir a la desigualdad. Muchas investigaciones han demostrado que las habilidades técnicas en áreas como el software marcan cada vez más la diferencia entre la clase media alta y la clase trabajadora de los Estados Unidos. Aunque no creemos que la educación sea una cura para la desigualdad, definitivamente creemos que en un lugar de trabajo cada vez más automatizado, los estadounidenses que renuncian a las matemáticas se subestiman a sí mismos.
Demasiados estadounidenses van por la vida aterrorizados por las ecuaciones y los símbolos matemáticos. Consideramos que a lo que muchos de ellos le tienen miedo es a “probar” que son genéticamente inferiores por no comprender al instante las ecuaciones (cuando, por supuesto, en realidad, incluso un profesor de matemáticas tendría que leerlas con atención). Por ello, rechazan todo lo que se parezca a las matemáticas y protestan: “No soy bueno en matemáticas”, y así se excluyen a sí mismos de un gran número de profesiones lucrativas. Creemos que esto tiene que terminar. La economista y escritora Allison Schrager comparte nuestro punto de vista; ella ha escrito dos columnas maravillosas en Quartz (esta y esta), que hacen eco de muchas de nuestras opiniones.
Una forma de ayudar a los estadounidenses a que se distingan en matemáticas es copiar el enfoque de los japoneses, chinos y coreanos. En Intelligence and How to Get It, Nisbett describe cómo los sistemas educativos de los países de Asia del Este se centran más en el esfuerzo que en el talento innato:
1. “En Japón, los niños van a la escuela alrededor de 240 días al año, mientras que, en los Estados Unidos, asisten cerca de 180 días al año”.
2. “Los estudiantes de secundaria japoneses de la década de 1980 estudiaban tres horas y media al día, y es probable que dicho número sea mayor en la actualidad”.
3. “[Los habitantes de Japón y Corea] no necesitan leer este libro para darse cuenta que la inteligencia y el logro intelectual son altamente maleables. Confucio lo estableció hace dos mil quinientos años”.
4. “Cuando les va mal en algo, [los japoneses, coreanos, etc.] responden esforzándose más”.
5. “La persistencia frente al fracaso es una parte muy importante de la tradición asiática de la superación propia. Y [las personas de esos países] están acostumbradas a las críticas al servicio de la superación propia en situaciones en las que los occidentales las evitan o se ofenden con ellas”.
Desde luego, no queremos que el sistema educativo de los Estados Unidos copie todo lo que hace Japón (y seguimos siendo agnósticos con respecto a la sabiduría de Confucio). Sin embargo, creemos que el énfasis en el trabajo duro es una característica no solo de Asia del Este moderna, sino también del pasado de los Estados Unidos. Al volver a hacer hincapié en el esfuerzo, los Estados Unidos volverían a sus raíces, no estarían solo copiando a extranjeros exitosos.
Además de copiar algunos trucos de los japoneses, también tenemos, al menos, una idea basada en el estilo estadounidense para hacer que los niños sean más inteligentes: tratar a las personas que se esfuerzan en el aprendizaje como héroes y modelos a seguir. Ya veneramos a los héroes deportivos que compensan la falta de talento con valor y persistencia; ¿por qué nuestra cultura educativa debería ser diferente?
Consideremos que la educación relativa a las matemáticas es solo el área más evidente de un cambio lento y preocupante. Vemos que nuestro país se aleja de una cultura del esfuerzo y se dirige hacia una cultura de la creencia en el determinismo genético. En el debate entre “naturaleza vs. educación”, un tercer elemento crítico—la perseverancia y el esfuerzo personales—parece haber sido dejado de lado. Queremos recuperarlo y creemos que las matemáticas son el mejor lugar para comenzar.
Traducido del inglés por Florencia Kievsky. Pueden seguir a Miles en Twitter @mileskimball. Pueden seguir a Noah en @noahpinion. Pueden enviar sus comentarios a ideas@qz.com.
La diferencia fundamental entre los niños que se distinguen en matemáticas y los que no
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